Y cuando pensabais que se habían
acabado las novedades y los avances vuelvo a hacer acto de presencia y lo hago
para seguiros contando mi evolución en el curso.
En esta ocasión, el bloque 2
centraba la atención en la figura del tutor y, de forma específica, en su labor
de comunicación. Por ello, las actividades se centraron en saber cómo abordar
la comunicación con nuestros posibles alumnos, distinguiendo entre la
comunicación sincrónica y asincrónica y entre la mensajería pública y privada;
en los tipos de alumnos que nos podemos encontrar; y, en la elaboración de
rúbricas para evaluar las diferentes tareas.
La verdad es que si me ha costado
tanto escribir esta entrada, es porque detrás de este breve resumen se esconden
no sólo muchas horas de trabajo, sino también un proyecto que empezó como fruto
de la ilusión y las ganas de trabajar de un equipo de seis personas, y que
concluyó en la elaboración de un producto que ha tenido una gran aceptación y
difusión. Se trata de una revista digital en la que clasificamos a los
diferentes alumnos que podemos encontrar en un curso tutorizado en línea y las
correspondientes intervenciones tutoriales para cada uno de ellos. Por si
queréis echarlo un ojo, aquí os dejo el enlace y la portada.
Pero como os decía, no fue la
única actividad que teníamos que desarrollar. En este sentido me gustaría
destacar el hincapié que se hizo en distinguir, correctamente, entre
comunicación privada y pública. Quizás la mejor respuesta sea actuar siguiendo
el sentido común, pero lo cierto es que la tutoría en línea exige pequeños
matices. Si queremos evitar el sentimiento de aislamiento que puede
acompañarnos cuando realizamos un curso en línea, debemos ser capaces de hacer
interactuar al conjunto de los alumnos con los restantes. Una tarea nada fácil
que podemos conseguir a través de los foros, de ahí la importancia de
distinguir con claridad el tipo de mensaje y privacidad que merece cada
situación. El tutor tiene gran parte de esta responsabilidad, pero no es la
única. Un tutor debe de ser capaz de tener empatía, el don de la comunicación
para hacerse entender de una forma clara y concisa – tampoco se trata de
aburrir a los alumnos con cada mensaje, sino de transmitir con las palabras necesarias
– y, sobre todo, muchas ganas de seguir aprendiendo con sus alumnos – porque sí,
los tutores también aprenden de sus tutorandos –.
Y, por último, me gustaría hacer
referencia a la última de las actividades requeridas: la rúbrica. Actualmente,
la palabra rúbrica se ha extendido exponencialmente en el ámbito educativo. Las
rúbricas, de una forma quizás demasiado simplista, podrían definirse como una
herramienta que permite realizar una evaluación más objetiva y detallada en
comparación con la evaluación tradicional. Al igual que he hecho con la
revista, también aquí os dejo la rúbrica que realicé para la evaluación de una
actividad individual.
La intervención tutorial - comunicación y rúbricas de evaluación de actividades de Begoña Ortega Rogado
Un saludo,
Begoña
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